lunes, 15 de agosto de 2016

Bolt, tricampeón olímpico de 100 metros

Bolt, Bolt y tres veces Bolt. Pekín, Londres y Río. Esta ha sido la ruta del primer hombre en la
historia capaz de ganar el oro olímpico de los 100 metros en tres Juegos seguidos. Carl Lewis y Jesse Owens, háganse a un lado. El tren de Usain Bolt no se para, y ya suma siete medallas de oro. Le quedan dos trabajos más, los 200 metros y el 4x100, para grabar con su nombre el ‘triple triple’, la proeza definitiva: repetir los tripletes que conquistó en los anteriores dos Juegos e igualar los nueve oros olímpicos de Lewis y Paavo Nurmi, para decir basta y despedirse, al menos de los Juegos.

El Relámpago hizo su trabajo con un aroma de despedida. Sus últimos Juegos, una decisión de la que siempre estará a tiempo de renegar, sin que el mundo le riña por ello. Ese último 100 olímpico lo corrió en 9”81, su peor tiempo de siempre en una gran final desde 2008, pero suficiente para ganar, esta vez con mayor comodidad que la solitaria centésima que le dio el triunfo hace un año en el Mundial. Justin Gatlin, 9”89, le vio pasar por la derecha hacia mitad de carrera. Esta vez tampoco pudo ganarle cuando de verdad importaba. Y el canadiense Andre De Grasse, como el año pasado en el Mundial, se quedó el bronce (9”91) por delante del jamaicano Yohan Blake (9”93).

Siguiendo el guión previsto

La radiografía de la final siguió el guión esperado. Gatlin sale mejor, con una puesta en escena plena de potencia. El largo tallo de Bolt, su 1,96 de estatura, sufre ahí, pero la aceleración de Usain es más larga y resistente que la de sus rivales. Siempre. Esta vez también, y con menos suspense que en otras finales, porque hacia los 60 metros su ventaja era nítida y hacia los 80 no había duda alguna de que esta vez también vencería. 41 pasos hasta la meta, su ‘standard’ hacia una marca buena, pero no maravillosa. Hasta 12 veces en su vida ha corrido Bolt por debajo de 9”80, más que en esta final. El nivel promedio de las marcas de los tres finalistas fue inferior al de las finales de Londres y Pekín, pero con eso ya se contaba, porque, al menos en el 100, el Bolt de 29 años ya no puede con las marcas del Bolt de 23, y sus rivales no han mejorado con el tiempo.

Pero la victoria del jamaicano es, en sí misma, suficiente para la fiesta, más allá de su marca. El show, el amor del público, la pasión que despierta, sus bailes, la señal del rayo y las zapatillas doradas… Bolt en estado puro para festejar su séptimo oro olímpico. Y detrás, aguantando los silbidos, su antagonista, Gatlin, que recibió el castigo de Engenhao. Mal asunto ser el gran rival del hombre más admirado de la pista si además el dopaje marca tu pasado.

En las semifinales, disputadas una hora y media antes de la final, quedó claro que el público de Engenhao estaba enamorado de Bolt, algo que viene sucediendo en todos los campeonatos desde que Bolt es el número uno. También que a Justin Gatlin le toca el papel de villano, y lo acepta con cara de poker. Abucheos y pitos para el estadounidense cuando su nombre sonó por megafonía. Esa batalla intermedia reforzó la moral de Usain, que conseguía su mejor marca del año (9”86) dejándose ir al final, por delante de De Grasse (9”92) y Bromell (10”01), que entraría en la final por los pelos. En su semifinal, Gatlin se contentó con un 9”94. Punto moral para Bolt, pero faltaba lo más importante.

Usain siempre había bajado de los 9”80 para conquistar sus cinco grandes títulos de los 100 metros desde su irrupción en el trono del sprint en 2008, en los Juegos de Pekín. 9”69 en la capital china, 9”58 en el Mundial de Berlín en 2009, todavía su récord del mundo, 9”63 en los Juegos Olímpicos de Londres, 9”77 en el Mundial de Moscú 2013, y 9”79 en la final mundialista del año pasado en Pekín. Es famosa su competitividad y determinación en las grandes citas, a las que siempre, con la excepción de la salida nula que le condenó en el Mundial 2011 de Daegu, ha regalado lo mejor de sí mismo en un ejemplo de cómo superar la presión y humillar competitivamente a sus rivales, incluso cuando parecía no llegar bien de forma. De hecho, las tres mejores marcas de su vida hasta llegar a Río las consiguió en finales de Mundiales y Juegos.

Bolt aumenta de nuevo la diferencia sobre Gatlin

Pero también es cierto que con el paso de los años Bolt ha visto reducido su margen de ventaja respecto a sus rivales. Al menos en el hectómetro, donde no se siente tan a salvo como en el 200. Si ganó su primer oro olímpico con el impresionante margen de 20 centésimas sobre la plata, la diferencia se había ido reduciendo progresivamente: 13 centésimas en Berlín 2009, cuando logró su aún vigente plusmarca; 12 en Londres 2012, 8 en el Mundial de Moscú y solo una centésima el año pasado en el Mundial de Pekín sobre Gatlin, al que acabó superando en un final agónico sin partir, por una vez en su vida, como favorito. Los años han ido pasando, Bolt estará en la treintena el próximo domingo, y reconoce que “cada vez me cuesta más entrenar”, pero en Río ha visto aumentar de nuevo su margen sobre Gatlin, para alivio del atletismo, que sigue sin ver el declive del ‘Macho Alfa’ de este deporte.

Se ha dicho que desde hace cierto tiempo son su propio entrenador, Glen Mills, y su patrocinador, Puma, los que le han empujado a seguir, al menos hasta Río y el próximo Mundial en Londres. Ese agotamiento, esa presión, son directamente proporcionales a su tamaño descomunal en el atletismo actual, que se sustenta básicamente sobre las espaldas del sprinter de Trelawney.

A cada año que pasa su racha es mayor y sus gestas más legendarias, pero la sombra de la derrota adquiriría también proporciones históricas: Usain quiere dejarlo en la cima, sin ver languidecer su supremacía mientras siga en activo. Pero sus rivales, el discutido Gatlin pero también los jóvenes Bromell y De Grasse, llegaron a Río para pasar a la historia como el hombre que derrotó al fin a Bolt. Y eso, por ahora, sigue sin suceder.

Visto en:MundoDeportivo.com

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